La soledad es probablemente uno de los más graves problemas de salud mental de los seres humanos en el s. XXI porque puede ser la raíz de afecciones como ansiedad, miedos, depresión, y otros. En muchos casos, la pandemia la reforzó y en otros fue su detonante fundamental.

 

La sociedad no nos enseña a estar solos y sentirnos bien

La sociedad no nos enseña a estar solos y bien. De hecho, como se comentara en nuestra tertulia sobre EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA, durante nuestros años de formación se nos hace creer que la soledad es algo indeseable y negativo pero no se nos brindan herramientas ni estrategias para manejarla ni abordarla.

Como consecuencia, cuando nos encontramos de manera involuntaria ante ella, la soledad puede parecernos un gigantesco monstruo destructor que todo lo invade y nos sentimos pequeños, indefensos y asustados ante ella. Poco a poco se introduce en nuestro interior y nos va quitando la energía, robándonos el optimismo y el impulso. Nos sentimos alejados del resto del mundo, que lo comenzamos a percibir como un lugar hostil y peligroso, esto nos lleva, a su vez, a que nos aislemos todavía más. Es un ciclo sin fin que se estrecha con el tiempo hasta ahogarnos con su abrazo.

 

La soledad no discrimina a nadie

La soledad busca víctimas en todos los grupos de edad y en todas las clases sociales. No discrimina. Cuando se filtra en el corazón de alguien que no la busca ni desea, comienza poco a poco a alterar su estado de ánimo y su percepción del mundo. Es algo tan increíblemente grave que hay quienes se sienten del todo solos aún rodeados de otras personas. Sentirse solo es, por lo tanto, algo que nos puede ocurrir a todos y provocarnos un gran dolor.

Los avances tecnológicos actuales también parecen contribuir a una mayor sensación de soledad generalizada. Las interacciones virtuales o telemáticas carecen del contacto cálido de un encuentro físico, sumándose así a la sensación de abandono que sufren millones de seres humanos. La pregunta entonces es, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo aprender a manejar la soledad, si nadie nos ha enseñado?

 

 

Lo primero que debemos hacer es aceptarla. Estoy solo, sí, ¿y qué? ¿De verdad necesito compañía para estar bien? Una cosa es que me apetezca o que la prefiera pero, ¿y si en lugar de hundirme en mi propia lástima acepto que he llegado hasta aquí y me esfuerzo por cambiar mis circunstancias?

Estoy solo y no quiero estarlo. Voy a luchar por encontrar nuevas relaciones. Tal vez haya llegado hasta aquí por timidez o por dificultades para relacionarme con los demás. ¿Qué puedo hacer para que mis nuevas relaciones sean diferentes? Tal vez deba aprender nuevas destrezas. ¿Quién me puede enseñar? La soledad nos pesa cuando no la elegimos. ¿Y si también me planteo que no estoy del todo solo porque me tengo a mí mismo? ¿Y si me brindo la oportunidad de hacer cosas nuevas solo, algo que me motive y me inspire? Quién sabe, quizá en ese camino también se me presente la oportunidad de conocer otras personas y forjar nuevas relaciones.

La clave está, por tanto, en no dejarte vencer por tu soledad, sino aceptarla y buscar maneras de convivir con ella con calma, con voluntad, a la vez que vas explorando nuevas vías y caminos. Los que has explorado hasta ahora no te han funcionado pero eso no significa que otros tampoco vayan a servir. No te rindas.

La soledad no ha de poder contigo si tú tomas las riendas.

Jessica J. Lockhart

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